Un solo momento en su
vida la había condenado a sufrir los azotes de una memoria que nunca se iba a
extinguir y que se hacía real cuando el líquido amargo tocaba sus labios y
sentía el sabor en su lengua.
Por ello, en ese
momento Laura se encontraba en su infierno, una cafetería. Estaba acompañada
con un malogrado Virgilio que la había invitado insistentemente a salir con él.
Primero la había invitado al parque, después al cine, otro día la invitó a
comer. Ante tanta negativa Laura se sintió culpable y aceptó a salir a
desayunar con él. Si ella hubiera sabido que a una cafetería no habría sentido
ninguna compasión, pero ya se encontraba ahí.
Virgilio en realidad
se llamaba Luis, un compañero de la universidad. Era un buen tipo pero a Laura
no le interesaba. Luis estaba extasiado, nunca imaginó salir con ella, tanto que
no advirtió que su plática no era correspondida, Laura apoyaba su cabeza en su
mano derecha, ocasionalmente alzaba las cejas y en tres ocasiones ocupó la
misma mano para ocultar un bostezo, sin embargo, la verdadera prueba de Laura
estaba por llegar.
La mesera, una
muchachita agradable con su cabello negro recogido, tal y como lo dictaba la
regla, llegó con los cafés de cortesía. En cuanto el aroma llegó a los
comensales Britany, que era como se llamaba la mesera, observó dos reacciones
totalmente diferentes. El joven que estaba a su lado izquierdo tomó la taza
entre sus dos manos y la subió a la altura de su nariz, en un acto de placer
absoluto cerró sus ojos y aspiró profundamente dejando salir un suave quejido
después. De su lado derecho, la señorita se apoyó en el respaldo de su asiento
y con una mano tocó la taza solo con los dedos, alejándola casi instintivamente
de ella, después, con el cejo fruncido lanzó un suspiro pero que fue totalmente
diferente al de su acompañante. Britany estaba acostumbrada a tales cosas, se
retiró rápidamente anunciando que sus platos llegarían enseguida.
En ocasiones Laura
acusaba una alergia o un simple desgano para rechazar las tazas de café, y es
que era inevitable para ella no ponerse a pensar en aquel día y en aquel hombre
causante de esos recuerdos. Pero pensó ella en ese momento que no podía ser así
el resto de su vida, una esclava del pasado. Se irguió en su asiento, tomó la
taza con su mano izquierda y temblorosa tomó un pequeño sorbo. Se arrepintió al
instante. Ese recuerdo salía nuevamente a flote, desviándola de toda posible
comunicación.
Cuando tenía 15 años,
Laura se encontraba sola en casa, era un sábado de finales de marzo. El fin de
semana se quedaría ella sola porque sus padres habían salido cada uno a un viaje
de negocios. Eran aproximadamente las 9 de la noche cuando escuchó que tocaron
su puerta, Laura dejó un bote café recién tostado en la mesa, listo para la
cafetera, fue a ver quién era. Cuando abrió la puerta su corazón dio un vuelco.
Un adolescente, como
dos años mayor que ella estaba afuera, Laura lo conocía, era lo más parecido a
un novio que podía tener. Pensaba que no ibas a venir, habías dicho que
vendrías en la mañana. Le dijo Laura. El muchacho, cuyo nombre era Marcos le
respondió. Solo vengo a despedirme, me voy mañana temprano y, bueno, sobre lo
que hablamos, es mejor que no hagamos nada. Laura lo vio a los ojos, su mirada
empezaba a tramar lo que sería un secreto. Está bien, le respondió, pero al
menos acompáñame a tomar el café, ya casi está listo.
Algo se podía ver
también en la mirada de Marcos, era miedo. Laura sirvió dos tazas de café, ella
también lo tenía, pero lo escondía muy bien. ¿No te vas a tomar tu café? Le
preguntó al muchacho, que solo veía la taza.
¿No te vas a tomar tu
café? ¿Laura? ¿Está todo bien? Estas preguntas correspondían al presente.
Luis, el universitario casi se levanta del asiento. ¿Qué? Sí, todo bien, no te
preocupes ¿Ya va a llegar la comida? Respondió Laura con la pregunta para
tratar de desviar la atención de Luis, que se veía extrañado. Te quedaste
petrificada un momento... y si, ahí viene la señorita con la comida.
Laura volteo hacia
atrás de ella, en parte para ver si era cierto y parte para evitar la mirada
incómoda de Luis que comenzaba por fin a percibir su indiferencia.
Efectivamente, Britany se estaba acercando pero de pronto, a causa de un pedazo
de hot cake tirado, al parecer con suficiente mantequilla, hizo resbalar a la
muchacha que cayó de espaldas, derramando el jugo de naranja y los huevos revueltos
que habían pedido. Britany comenzó a llorar e inmediatamente sus compañeros la
ayudaron a levantarse para llevarla a la cocina, nadie parecía querer juntar la
comida tirada y los trozos de los platos. Estaban en el piso, uno de los
pedazos llegó a los pies de Laura.
Laura, perdóname, no
fue mi intención, ahora los junto. Marcos había dejado caer su taza esa noche,
su voz destilaba nerviosismo, en ese momento acrecentado por su accidente. Se
agacho para juntarlos pero en su prisa se cortó uno de sus dedos. Cuando vio
que la sangre no dejaba de salir, Laura le dijo. Necesitas que te cure, ven,
vamos por el botiquín, está en la sala. Fueron juntos a la sala, se sentaron en
uno de los sillones y cómo pudieron vendaron el dedo lastimado, pero lo
hicieron de tal manera que parecía que a su dedo le había salido un extraño
tumor. Ambos empezaron a reír al ver su trabajo terminado.
Te voy a extrañar
Lau, nunca conoceré a una chica como tú. Dijo Marcos ya más tranquilo. Laura
agacho su cabeza, reprimiendo el llanto, hasta esa hora se estaba dando cuenta
que esa era una despedida. Yo también te voy a extrañar. Al terminar de
decirlo, se abalanzó sobre su pecho y comenzó a llorar. Duraron abrazados largo
tiempo, llorando juntos, consolándose sin poder mirarse. Hasta el momento en
que se atrevieron a verse a los ojos, se veían cada vez más cerca hasta que sus
labios se juntaron, ocupando sus manos para conocerse. Sin decir nada subieron
al cuarto de Laura, caminaron despacio, alargando los segundos, ambos cumplían
su plan, para ello habían nacido.
¿Segura que todo está
bien? No te preocupes, no tardaran en enviarnos otros platos. ¿No te vas a
terminar tu café? Luis la volvió a interrumpir. Luis. Ahora dijo Laura con voz
grave. Hay algo que tengo que decirte, se los digo a todos los chicos con los
que salgo, te juro que no entiendo porque lo hago, odio el café, y disculpa mi
actitud contigo, pero no me agradas. Luis se quedó absorto, quieto y sin
ninguna expresión. Una de sus cejas comenzó a temblar y fue ahí cuando por fin
se movió, para calmar su ceja, sin decir palabra tomó unos billetes de su
bolsillo para dejarlos sobre la mesa. Después se fue.
El recuerdo de esa
noche la perseguía, no por sus actos ni por sus pensamientos, lo único que ella
quería era no ser olvidada, le atormentaba no saber si era así. Esa mañana
Laura amaneció sola en su cama, tan sola como en este momento con la mirada en
la mesa, agitando en círculos su café. Lo llevó directo a su boca al tiempo que
vio en el cristal de la ventana a su derecha, el reflejo de una mujer
atormentada pero que a la vez no se arrepentía de nada.
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